Exigencia a las Administraciones Públicas de la prevención y abordaje de los problemas de convivencia en su raíz social, comprometiéndose en la lucha efectiva por la reducción de las desigualdades sociales a través de políticas compensadoras.


Incremento de los recursos para afrontar los nuevos retos de la convivencia tras un análisis de la situación en cada centro.


Reducción de las ratios.


Disminución del número de alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo por aula (un máximo de dos).


Dotación en cuanto a plantilla: profesorado especializado para una correcta aplicación de los planes de convivencia (2 recursos por centro).


Dotación de Trabajadores/as Sociales, Mediadoras/es de conflictos, Educadores Sociales, Sanitarios, Auxiliares Educativos…


Planes específicos de formación en estrategias y técnicas de gestión de la convivencia en el aula para todo el profesorado.


Extensión de los valores participativos y la corresponsabilidad en la gestión de la convivencia a toda la Comunidad Educativa. Impulso de la educación en valores.


Rechazo a cualquier contenido y exaltación de violencia física, verbal, gestual, sexual, sexista, racista, organizativa o psicológica que dañe la convivencia en los contextos escolares.


Aplicación inmediata en los centros docentes de las medidas contempladas en la Ley contra la Violencia de Género.


Rechazo a una Ley de Autoridad sin dotación de recursos para la prevención de conflictos y sin un apoyo total e incondicional por parte de la Administración hacia el profesorado.


Compromiso total con los trabajadores y trabajadoras de la enseñanza, impulsando la valoración social de nuestro trabajo, ampliando y mejorando la asistencia jurídica y el apoyo institucional por parte de la Administración.


Medidas de aplicación e implementación económica para llevar a cabo la ejecución del protocolo de actuaciones dirigido a menores sobre identidad y expresión de género. Docm nº 27 de 8 de febrero de 2017.